La primera impresión es lo que cuenta, dicen por allí. Hoy por hoy, este dicho popular, no escapa a lo que se busca a la hora de presentar un vino al consumidor. La tapa a rosca, no es otra cosa que una cápsula, que en la parte superior posee un sello deformable que cierra (a presión) la boca de la botella, y las moletas deforman el material sobre la boca de vidrio, fijándolo a la botella.
En Argentina, desde el año 2000 hasta esta parte, un 15% de la industria vitivinícola utiliza la tapa a rosca. Uno de sus grandes beneficios es que podemos usarlo para vinos del año y para vinos de guarda. Y por otro lado, obtenemos una microoxigenación con la colocación de tapa a rosca con liners respirables.
El tapón sintético y la tapa a rosca son bien aceptados por el consumidor y a su vez, para las bodegas ha sido una buena elección, ya que conserva la calidad organoléptica del vino y a su vez permite bajar algunos costos, al ser utilizados con éxito, en vinos de gama media.
Existen en el mercado argentino empresas que facilitan la obtención de insumos y el servicio de colocación de tapas a rosca a grandes y medianos productores. Aunque para los pequeños productores representa una desventaja, ya que no es fácil encontrar los insumos en pequeñas cantidades y la logística para la colocación de la tapa a rosca, representa un costo alto, que finalmente se verá reflejado en el producto final, como nos relató Sebastián Vargas (enólogo de Solares de Vargas)
En conclusión, la tapa a rosca nos brinda grandes beneficios enológicos, sumando al gran aporte al medio ambiente ya que es 100% reciclable.